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miércoles, 12 de agosto de 2015

End

Abrió los ojos lentamente, despertando a causa de los rayos de sol que se colaban tímidamente a través de la ventana. Aún somnolienta, estiró su mano sobre la cama hasta alcanzar su teléfono móvil como cada mañana, en busca rutinaria de aquel mensaje matinal de él que le aportase los ánimos para superar un nuevo día.
Ningún mensaje, ninguna notificación.
Claro, ayer había terminado todo. Ya no habría más mensajes de buenos días, ni llamadas durante horas al teléfono, ni más “te echo de menos”, ni “pronto estaremos juntos”… Ya no volvería a sonar su tono de teléfono que la hacía correr hacia él, ni quedarse hasta tarde pegada a la pantalla del teléfono móvil, ni estar atenta al teléfono a cada segundo del día.

Un débil “toc, toc” sonó al otro lado de la puerta. Ella apoyó el teléfono sobre la mesilla de noche de nuevo, algo reticente, dolida por la pena de no volver a recibir aquel mensaje tan suyo en el que le deseaba “buenos días, princesa”.
Se reincorporó lentamente, con un esfuerzo casi inhumano, mientras la puerta de su dormitorio se abría. Con torpeza, una bandeja con tostadas, leche caliente y una rosa se abrió paso tembloroso al dormitorio, seguido de la sonrisa del ser más dulce y tierno del universo:
-Buenos días, princesa –le susurró él, trayéndole el desayuno a la cama de su nuevo hogar, el hogar que formaría con él, por fin juntos el resto de sus días.

Sí, todo había terminado. Y un nuevo principio se antojaba brillante.

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